domingo, 17 de mayo de 2009

mapa conceptul de la importancia de la familia en la sociedad

la importancia de la familia en la sociedad


La persona es y debe ser principio, sujeto y fin de todas las instituciones sociales; no obstante, la familia como unidad solidaria básica, es necesaria para la persona. La familia es la célula original de la sociedad humana y los principios y valores familiares constituyen el fundamento de la vida social. Por ello, la sociedad tiene el deber de sostener y consolidar la familia. Los poderes públicos, por su parte, deben respetar, proteger y favorecer la verdadera naturaleza de la familia, los derechos de los padres, de los hijos y el bienestar doméstico.
Más que una simple unidad jurídica, social y económica, la familia debe ser, ante todo, una comunidad de amor, de enseñanza y de solidaridad. Si partimos de la base que una familia la constituye una pareja y los hijos que hayan procreado, nos daremos cuenta que es en el seno de la misma, donde los niños deben aprender los principios y valores que guiarán su futuro comportamiento y los que les servirán para escoger entre el bien y el mal una vez que crezcan.
Los padres enseñan los principios y valores a sus hijos por dos vías: por lo que dicen y por lo que hacen. Si ciertos principios como la honradez, el servicio, la solidaridad, el respeto, el amor al trabajo y la cortesía, han sido manejados por ambos padres y forman parte de los valores familiares, es muy probable que los mismos se transmitan a sus hijos. Así, cuando estos sean mayores, tomarán decisiones inteligentes y podrán adaptarse mejor a la convivencia en sociedad.
Desafortunadamente, el modelo clásico de familia nuclear: padre, madre e hijos que conviven juntos y afrontan la vida como una unidad, se ha venido resquebrajando dramáticamente en las últimas décadas. El modelo de hogares mantenidos por el padre, con la madre en el hogar al cuidado de la crianza de sus hijos, ha quedado relegado en el pasado. Adicionalmente, el número de hogares desintegrados, se ha incrementado de manera alarmante. Con ello, los índices de madres que trabajan , se ha elevado en los últimos cincuenta años, dejando la enseñanza fundamental en manos extrañas o en la calle.

La investigación nos dice que las crisis y dificultades sociales y económicas de las últimas décadas, han hecho redescubrir que la familia representa un valiosísimo potencial para el amortiguamiento de los efectos dramáticos de problemas como el desempleo, las enfermedades, la vivienda, las drogodependencias o la marginalidad. Es por ello, que debe ser preocupación particular de las autoridades gubernamentales, la protección y el fortalecimiento de la familia. No obstante, todos estamos llamados a realizar esfuerzos en esta dirección, de lo contrario, continuaremos viendo los cuadros de analfabetismo, vagancia, mendicidad infantil, drogadicción, delincuencia, prostitución y explotación laboral infantil que adornan nuestras calles.
Los padres y madres debemos dedicar tiempo de calidad a nuestros hijos, debemos establecer y fortalecer lazos de comunicación con ellos. Debemos enseñarles, mucho antes que la escuela, los principios y valores que deseamos que aprecien. Debemos entender que las relaciones familiares son más importantes que cualquier otro éxito en la vida. Las familias requieren de apoyo, espacios y actividades que les permitan establecer relaciones sólidas entre sus miembros.
Debemos reflexionar sobre nuestra propia concepción de la familia y emprender una cruzada para rescatarla, fortalecerla y convertirla en el punto de partida de una sociedad hondureña mejor. Honduras no puede seguir dándose el lujo de la disolución familiar, de la paternidad irresponsable, de los hijos criados por la televisión, el Internet, los juegos electrónicos y la soledad. Es prioritario, que apoyemos con nuestro mejor esfuerzo los modelos familiares que generen hombres y mujeres que se conviertan, a su vez, en individuos que formen familias sólidas, si no lo hacemos, nuestra sociedad continuará caminando en el filo de la navaja y seguramente, más pronto que tarde, colapsará.

sábado, 16 de mayo de 2009

Centesimus Annus de Juan Pablo II


Centesimus Annus (1991)
En esta encíclica el Papa presenta una actualizada visión de la economía moderna.
Ya no es la fecundidad de la tierra el factor principal de riqueza sino que en
nuestro tiempo es cada vez más importante el papel del trabajo humano en cuanto
factor productivo de las riquezas inmateriales y materiales...
Por tal motivo, puede decirse que en nuestro tiempo existe un tipo de propiedad "que tiene una importancia no inferior a la de la tierra: es la propiedad del conocimiento, de la técnica y del saber. En este tipo de propiedad, mucho más que en los recursos naturales, se funda la riqueza de las naciones industrializadas... Así se hace cada vez más evidente y determinante el papel del trabajo humano disciplinado y creativo y el de las capacidades de iniciativa y de espíritu emprendedor, como parte esencial del mismo trabajo." La raíz de lo que la moderna economía de empresa tiene de positivo es el respeto por el derecho a libertad en el campo económico. El factor decisivo de la producción es hoy la capacidad de conocimiento del ser humano "que se pone de manifiesto mediante el saber científico y su capacidad de organización solidaria, así como la de intuir y satisfacer las necesidades de los demás" .
Más adelante Juan Pablo II afirma que la absolutización de lo económico no es
causada principalmente por un sistema económico sino que debe buscarse la causa
en "el hecho de que todo el sistema sociocultural, al ignorar la dimensión ética y
religiosa, se ha debilitado, limitándose únicamente a la producción de bienes y
servicios" . Sobre esta importante distinción entre sistema económico y
sistema ético-cultural volveremos más adelante.
En el número 42 se afronta con toda claridad la pregunta de si después del fracaso
del comunismo el capitalismo es el modelo a proponer. Responde el Papa:
"Si por 'capitalismo' se entiende un sistema económico que reconoce el papel
fundamental y positivo de la empresa, del mercado, de la propiedad privada y de la
consiguiente responsabilidad para con los medios de producción, de la libre
creatividad humana en el sector de la economía, la respuesta ciertamente es
positiva, aunque quizá sería más apropiado hablar de 'economía de empresa',
'economía de mercado', o simplemente de 'economía libre'. Pero si por 'capitalismo'
se entiende un sistema en el cual la libertad, en el ámbito económico, no está
encuadrada en un sólido contexto jurídico que la ponga al servicio de la libertad
humana integral y la considere como una particular dimensión de la misma, cuyo
centro es ético y religioso, entonces la respuesta es absolutamente negativa"
Quisiera señalar aquí que ningún partidario del capitalismo tiene dificultades en
aceptar la necesidad de un sólido contexto jurídico, es más, se trata de una
condición indispensable para el desarrollo de la economía libre. Pero las discusiones
comenzarán seguramente cuando haya que definir el contenido de ese sólido marco
jurídico. No parece que solidez sea un concepto que implique necesariamente altas
dosis de intervención estatal.
Debemos considerar finalmente la prolija caracterización que realiza Juan Pablo II
sobre el papel del Estado en la economía. Pueden distinguirse tres niveles que van
desde lo esencial a lo meramente complementario. Un primer nivel esencial:
garantizar la libertad individual y la propiedad, así como un sistema monetario
estable y servicios públicos eficientes "de manera que quien trabaja y produce pueda
gozar de los frutos de su trabajo y, por tanto, se sienta estimulado a realizarlo
eficiente y honestamente." En segundo lugar, "vigilar y encauzar el ejercicio de los
derechos humanos en el sector económico; pero en este campo la primera
responsabilidad no es del Estado, sino de cada persona y de los diversos grupos y
asociaciones en que se articula la sociedad." En este nivel, el Papa concede un
amplio campo de acción al poder político y enfatiza que no es verdad que "el Estado
no tenga ninguna competencia en ese ámbito, como han afirmado quienes
propugnan la ausencia de reglas en la esfera económica." Esta última expresión es
desafortunada porque nadie defiende que en el ámbito económico no haya reglas.
Aún quienes sostienen que el Estado no debe intervenir en este segundo nivel,
definitivamente reclaman las reglas propias del primer nivel, es decir, respeto por la libertad, la propiedad, los contratos, etc. Existe por último un tercer nivel según el cual "el Estado puede ejercer funciones de suplencia en situaciones excepcionales, cuando sectores sociales o sistemas de empresas, demasiado débiles o en vías de formación, sean inadecuados para su cometido." Es decir, en línea con toda la DSI anterior no se prohíben las empresas estatales, pero el Papa advierte que esta intervenciones sólo se justifican por razones urgentes y que "en la medida de lo posible deben ser limitadas temporalmente, para no privar establemente de sus
competencias a dichos sectores sociales y sistemas de empresas y para no ampliar
excesivamente el ámbito de intervención estatal de manera perjudicial para la
libertad tanto económica como civil" .

Mater et Magistra del papa Juan XXIII


Mater et Magistra (1961)
Para Juan XXIII la economía debe ser obra principalmente de la iniciativa privada,
pero el Estado debe también intervenir "a fin de garantizar, como es debido, una
producción creciente que promueva el progreso social y redunde en beneficio de
todos los ciudadanos" . Es más, dadas las circunstancias, "a los
gobernantes, cuya misión es garantizar el bien común, se les pide con insistencia
que ejerzan en el campo económico una acción multiforme mucho más amplia y más
ordenada que antes y ajusten de modo adecuado a este propósito las instituciones,
los cargos públicos, los medios y los métodos de actuación." Al mismo tiempo, el
Papa advierte que "la intervención de las autoridades públicas en el campo
económico, por dilatada y profunda que sea, no sólo no debe coartar la libre
iniciativa de los particulares, sino que, por el contrario, ha de garantizar la expansión
de esa libre iniciativa..." (mm, 54-55). No parece fácil que una intervención dilatada y
profunda del Estado garantice la expansión de la libre iniciativa, pero en todo caso el
fin al que apunta el Papa es claro y todos los cristianos debemos coincidir en eso; lo
discutible son los medios que se sugieren.
El Papa reafirma "...el derecho de propiedad privada, aun en lo tocante a bienes de
producción, tiene un valor permanente, ya que es un derecho contenido en la misma
naturaleza, la cual nos enseña la prioridad del hombre individual sobre la sociedad
civil y, por consiguiente, la necesaria subordinación teleológica de la sociedad civil al
hombre." (MM, 109).
Por último, entre las atribuciones del Estado no se excluye que pueda poseer bienes
de producción "cuando estos llevan consigo tal poder económico, que no es posible
dejarlo en manos de personas privadas sin peligro del bien común" (MM, 116). Otra
vez el peligro de daño al bien común justifica la intervención estatal.
En síntesis, Juan XXIII sostiene que la propiedad y la libertad son derechos
naturales; pero dado que al mismo tiempo parece adherir a la opinión -contingente
desde el punto de vista de la fe y la moral cristiana- de que el mercado es
insuficiente para garantizar el progreso para todos, y que a veces es peligroso que
los particulares posean ciertos medios de producción, entonces afirma que el Estado
debe intervenir.

PACEM IN TERRIS CARTA ENCÍCLICA DE SU SANTIDAD JUAN XXIII


En la Encíclica, el Papa Juan XXIII, hace referencia a los derechos humanos, considerando básicamente que todo ser humano es ante todo una PERSONA, es decir un ser dotado de inteligencia y libertad y por esta misma razón, tiene derechos y deberes que al ser universales e inviolables, son absolutamente inalienables.
Así pues, desglosando los derechos analizados por él y relacionándolos con la Declaración Universal de los Derechos Humanos (DUDH), tenemos lo siguiente:

DERECHO A LA EXISTENCIA Y A UN NIVEL DE VIDA DIGNO. Juan XXIII, habla en este punto de los derechos que tienen los seres humanos a la existencia, a la integridad física y a los medios que necesita un individuo para alcanzar un nivel de vida digno. A esto se refieren los artículos 3, 4 y 25(*).

DERECHOS REFERENTES A LOS VALORES MORALES Y CULTURALES. Se refiere a que todo ser humano tiene el derecho natural a ser respetado como persona, a la buena reputación, a la libertad para buscar la verdad, para defender sus ideas, para cultivar cualquier arte y para estar informado de todo lo que sucede, siempre dentro de los límites de lo que es moral y del bien común. También afirma que el ser humano tiene derecho a la enseñanza y desarrollarse profesionalmente, ocupado cada vez puestos de mayor jerarquía de acuerdo a los méritos alcanzados, a sus aptitudes y capacidades, las cuales deberán ser reconocidas. En la
DUDH, esto se plantea en los Artículos 19, 26 y 27(*).

DERECHO A HONRAR A DIOS. Tal y como se ha dicho, toda persona tiene el derecho a honrar a Dios, según lo dicte su recta conciencia y profesar su religión tanto pública como privadamente. En la DUDH, este derecho se manifiesta en el Art. 18(*).

DERECHO A LA ELECCION DEL PROPIO ESTADO. En la encíclica, este punto abarca varios aspectos. Por una parte se habla de la libertad que tiene una persona a elegir su propio estado, refiriéndose a estado civil, pero solo plantea dos opciones: formar una familia con paridad de derechos y de deberes entre hombres y mujeres o seguir la vocación sacerdotal o vida religiosa. Habla sobre la familia como núcleo primario y natural de la sociedad.
Por otro lado, el Papa Juan XXIII, expresa que las personas tienen derecho no solo a la libre iniciativa en el campo económico, sino al trabajo y a la retribución del mismo con criterios de justicia y equidad.
Adicionalmente en la DUDH existen otros artículos que de una u otra forma complementan este punto de la Encíclica ya que ponen en evidencia la dignidad de la persona humana, el respeto a sus necesidades y valores, así como la obligación que tienen los padres por velar que sus hijos tengan un mínimo de necesidades cubiertas que le permitan vivir dignamente

DERECHO DE ASOCIACIÓN. El Papa dice que de la intrínseca sociabilidad de los seres humanos, se desprende este derecho de reunión o asociación. Derecho a libertad para crear dentro de estas asociaciones, la estructura que se juzgue conveniente para alcanzar los objetivos deseados, con responsabilidad y libre movilidad dentro de ellas.

DERECHO DE EMIGRACION E INMIGRACIÓN. Todo hombre tiene derecho a la libertad de movimiento y residencia dentro de la Comunidad política de la que es ciudadano y también tiene derecho a emigrar y a establecerse en otras comunidades políticas cuando sea necesario

DERECHOS POLÍTICOS. Provienen de la dignidad de la persona. Uno de ellos consiste en tomar parte activa en la vida pública y contribuir a la consecución del bien común. Por otra parte, dentro de los derechos políticos que se mencionan en la encíclica, encontramos que el derecho fundamental de la persona humana es también la defensa jurídica de sus propios derechos: defensa eficaz, imparcial y regida por los principios objetivos de la justicia.

Con relación a los deberes a los cuales hace referencia la Encíclica, tenemos:
• INSEPARABLE CORRELACIÓN ENTRE DERECHOS Y DEBERES. Lo que implica que cada derecho tiene unido de forma inseparable un deber qué cumplir, por ejemplo el derecho de todo hombre a la existencia, está relacionado al deber de conservar la vida.
• RECIPROCIDAD DE DERECHOS Y DEBERES ENTRE PERSONAS DISTINTAS. Es el deber de respetar los derechos ajenos. En la sociedad humana, a un determinado derecho natural de cada hombre le corresponde el deber de reconocerlo y respetarlo.
• MUTUA COLABORACIÓN. El deber de colaborar con los demás. Explica que al ser los hombres de naturaleza sociable, deben convivir unos con otros de la mejor forma posible y procurar cada uno el bien de los demás.
• ACTITUD D RESPONSABILIDAD. El hombre debe actuar con responsabilidad. Dice que la dignidad del ser humano requiere que pueda actuar por libre iniciativa y libremente, lo que implica que al vivir en una sociedad debe respetar los derechos de los demás, cumplir sus obligaciones y luchar por el bien común por propia iniciativa y conciencia, con convencimiento y responsabilidad sin que exista coacción o movido por la presión de las mayorías.
• CONVIVENCIA EN LA VERDAD, LA JUSTICIA, EL AMOR, LA LIBERTAD. Dice que la convivencia de los seres humanos será fructífera y digna siempre que esté fundamentada en la verdad. Debe respetar los derechos de los ciudadanos y deben cumplirse las respectivas obligaciones que unidos por el amor, puedan sentir como propias las necesidades ajenas y hagan a los demás partícipes de los bienes propios. La convivencia debe realizarse en libertad, como una realidad espiritual donde se tengan presente los valores espirituales de cada uno.
• FUNDAMENTO OBJETIVO DEL ORDEN MORAL. Este fundamento es el verdadero Dos, personal y trascendente. Dice la encíclica que debe ser el guía para una convivencia ordenada y fecunda que se corresponda con la dignidad de las personas humanas.
• SIGNOS DE LOS TIEMPOS. Destaca Juan XXIII que existen tres signos importantes de la época moderna.

Estos son: el avance obtenido por la clase trabajadora al exigir cada vez más el ser tratado como personas en todos los sectores de la sociedad (libres y dignos),

El ingreso de la mujer en la vida pública, especialmente en los pueblos que profesan la fe cristiana, exigiendo ser considerada como persona y no como instrumento y exigiendo paridad en sus derechos y deberes con el hombre, tanto en el ámbito de la vida doméstica como en el de la vida pública. El tercer signo lo constituye

La familia humana cuya configuración social y política se ha transformado en los últimos tiempos. Todos los pueblos quieren ser libres y si ya no lo son, luchan por serlo. No quieren estar atados a doctrinas que los colocan en situación de inferioridad ni a razones políticas o raciales que los discriminan. Se dan cuenta de que todos los hombres son iguales y por esta razón exigen el respeto a sus derechos.

LA SEGUNDA PARTE (RELACIÓNES ENTRE LOS HOMBRES Y LOS PODERES PÚBLICOS), nos dice que no puede existir una convivencia ordenada sin que haya una autoridad. Ésta debe mandar según la razón, y está postulada por el orden moral y deriva de Dios. Esto no quiere decir que los hombres no tengan libertad de elegir las personas que gobernaran así como determinar las formas de gobierno y los métodos según los cuales se ha de ejercitar. En esta parte se desarrolla el tema actual de las relaciones políticas dentro de los estados. Se trata de buscar el bien común para todas las personas dando apertura a fórmulas democráticas de organización del estado, pero siempre dentro del orden moral querido por Dios.

TERCERA PARTE
La tercera parte, de importancia capital, aborda las relaciones internacionales. Postula clara y decididamente la necesidad de una autoridad política mundial, sobre la base de la igualdad entre los estados soberanos.
Sostiene con fundamento que las relaciones internacionales deben regirse por la verdad, la justicia, la libertad y el amor. En esta parte se abordan también algunas cuestiones de gran actualidad internacional: minorías étnicas, exiliados políticos, carrera de armamentos y desarme.
La posición de la encíclica −luego confirmada por el Concilio Vaticano II y actualizada por los papas de la primera mitad del siglo XX− es que la guerra ha dejado de ser un medio apto para resolver las violaciones del derecho en el ámbito internacional y de los conflictos que pueden surgir entre pueblos y naciones. Propugna asimismo un desarme simultáneo y arbitrado, con medidas de control mutuas y eficaces. Y por supuesto considera ilícito el uso del armamento atómico.

CUARTA PARTE
Esta parte trata con sentido positivo del ordenamiento de las relaciones internacionales, sobre la base del reconocimiento de la interdependencia real entre los pueblos, reiterando la exigencia de una autoridad mundial, mediante un acuerdo entre los estados en pie de igualdad, que funcione con arreglo al principio de subsidiaridad, el cual exige el respeto de la competencia propia de la autoridad de cada estado. En esta parte se hace una expresiva alusión a la ONU y a la Declaración Universal de los Derechos del Hombre.

QUINTA PARTE
Trata de las normas que deben guiar la acción temporal de los católicos. Tiene un carácter marcadamente pastoral, de una apertura que preludia la actitud del Vaticano II, no sólo hacia los fieles de otras iglesias cristianas, sino también hacia todos los hombres de buena voluntad, colaborando en las acciones buenas o que puedan llevar al bien, con recto sentido de la moral natural. Indica la necesidad de distinguir entre el error y la persona que yerra, que no pierde en ningún caso su dignidad. Expone también una distinción lúcida, con experiencia de la historia, entre teorías filosóficas falsas sobre la naturaleza, origen y fin del hombre y las corrientes o movimientos de carácter económico, social, cultural o político inspirados en dichos idearios, que pueden evolucionar a lo largo de la historia. De esto puede deducirse que la postura de los católicos ante las ideologías puede ser distinta de la que adopten ante los movimientos que inicialmente se inspiran en ellas, pero que en el curso de la historia han ido modificando parcialmente sus posiciones.

Sollicitudo rei socialis, Juan Pablo II


En la introducción el Papa Juan Pablo II recuerda el hito que marcó la publicación de la encíclica Rerum Novarum y cómo los documentos del Magisterio que la han seguido, se publican con motivo de aniversarios de esta intervención destacada. Así sucedió con la Populorum Progressio que es la ocasión de este nuevo documento. Juan Pablo II fija los objetivos de esta nueva encíclica: homenajear el documento de Pablo VI y afirmar la:

continuidad de la doctrina social junto con su constante renovación. En efecto, continuidad y renovación son una prueba de la perenne validez de la enseñanza de la Iglesia.
Sollicitudo rei socialis, núm. 3

En la primera parte, el Papa recuerda la ocasión y la novedad de las enseñanzas que Pablo VI ofreció con su encíclica. Se trata -afirma- de un documento de aplicación de las conclusiones del Concilio Vaticano II a los problemas del tiempo (desigualdad social y económica, destino universal de los bienes y las ventajas y peligros del desarrollo). En la segunda parte, Juan Pablo II hace un análisis de la situación contemporánea deteniéndose en algunos aspectos especialmente descriptivos como el desencanto de las esperanzas de desarrollo que en los años 60 y 70 se tenían y que llevaron a algunas medidas concretas y campañas pero que a la larga se han mostrado insuficientes, el progresivo distanciamiento económico del Norte con respecto al Sur (el Papa llega a llamarlo “abismo”: cf. núm. 14), la lucha infructuosa contra el analfabetismo, los problemas para dar educación superior a todos, la falta de participación, las nuevas variedades de explotación, opresión y discriminación, la presencia de mecanismos que no permiten el crecimiento de los pueblos. A modo de paradigma de las situaciones anormales el Papa se detiene en el tema de la falta o indignidad de las viviendas de muchas personas:

La falta de vivienda, que es un problema en sí mismo bastante grave, es digno de ser considerado como signo o síntesis de toda una serie de insuficiencias económicas, sociales, culturales o simplemente humanas; y, teniendo en cuenta la extensión del fenómeno, no debería ser difícil convencerse de cuan lejos estamos del auténtico desarrollo de los pueblos.
Sollicitudo rei socialis, núm. 17

Pero también menciona el tema del empleo y de la deuda externa como aspectos emblemáticos de la situación. Se detiene luego en examinar las causas políticas de la situación contemporánea a la encíclica. Parte de la consideración de los dos bloques de Este y Oeste que se contraponen en especial por motivos políticos y económicos, unos inspirados en el capitalismo liberal, otros en el colectivismo de inspiración marxista. De la contraposición ideológica se ha pasado a la contraposición militar dando lugar a la Guerra fría. Sin embargo, la doctrina social de la Iglesia ha criticado e incluso condenado ambas doctrinas no solo por el evidente rechazo de Dios del marxismo sino por la poca versatilidad que, según el Papa, ambas ideologías tienen para lograr afrontar las situaciones nuevas y promover el desarrollo integral del hombre. De esta consideración general, pasa a una crítica de la carrera armamentística, del terrorismo, del control de la natalidad por parte de los Estados.
A todos estos elementos negativos se suman algunos positivos como el aumento de la conciencia de la dignidad de cada persona, de la interdependencia que lleva a la solidaridad, el respeto por la vida, etc.

La tercera parte de la encíclica está dedicada al tema del desarrollo humano integral (opuesto ya como concepto por Pablo VI al del “progreso” de origen iluminista). El aumento de bienes o la mayor facilidad de acceder a servicios, afirma Juan Pablo II, se ha mostrado insuficiente y que lleva a una especie de “superdesarrollo” que es inmoral pues implica el dejar la supremacía al “tener” sobre el “ser”. Un desarrollo basado solo en aspectos económicos no es suficiente. Según el Papa, es una visión teológica la que permite una propuesta de desarrollo integral del hombre. La fe cristiana con el plan de salvación que Dios ha ido revelando es la respuesta al sueño de un progreso infinito y ofrece también motivos profundos para el actuar cristiano en el ámbito social y económico. Es fuente de una obligación de solidaridad y de empeño por el desarrollo de todos pues ofrece motivación al valor de los derechos de cada persona y el consiguiente respeto por ellos. También se puede aplicar al uso de los recursos y al respeto al medioambiente.

En la cuarta parte, el Papa -según se anuncia en el mismo título- ofrece una lectura teológica de la problemática contemporánea en especial del poco desarrollo que se ha dado tras la Populorum progressio. Se identifican las causas morales en la presencia de los dos bloques mencionados anteriormente que suponen la presencia de auténticas estructuras de pecado:

Entre las opiniones y actitudes opuestas a la voluntad divina y al bien del prójimo y las «estructuras» que conllevan, dos parecen ser las más características: el afán de ganancia exclusiva, por una parte; y por otra, la sed de poder, con el propósito de imponer a los demás la propia voluntad.
Sollicitudo rei socialis, núm. 37

Ambas pueden resumirse en la expresión “a cualquier precio”. Pero este análisis de causas y situaciones ofrece también, según Juan Pablo II, el camino a las soluciones pues hacen ver que el problema no es político ni económico sino de orden moral. De la conciencia de la interdependencia de los pueblos se ha de pasar a la solidaridad. La fe le aporta nuevas dimensiones a esta virtud como son la gratuidad y el perdón, el valor de la reconciliación.

La última parte de la encíclica está dedicada a algunas orientaciones más concretas haciendo hincapié en la naturaleza propia de la doctrina social de la Iglesia que no se presenta como una ideología más sino como un conjunto de principios que aplican la teología moral al contexto sociopolítico-económico y así dar orientaciones a quienes puedan actuar a partir de esos principios. Tales principios son el destino universal de los bienes, el ya recordado de solidaridad y el principio de subsidiariedad. El Papa hace una invitación a las naciones a revisar, reformar y establecer formas de cooperación.

En la conclusión, Juan Pablo II hace un llamado a todos los cristianos y hombres de buena voluntad a trabajar con estos objetivos.

viernes, 15 de mayo de 2009

POPULORUM PROGRESSIO DEL PAPA PABLO VI


El bien común exige, algunas veces, la expropiación, si por el hecho de su extensión, de su explotación deficiente o nula, de la miseria que de ello resulta a la población, del daño considerable producido a los intereses del país, algunas posesiones sirven de obstáculo a la prosperidad colectiva.

Afirmándola netamente el partido ha recordado también, no menos claramente, que la renta disponible no es cosa que queda abandonada al libre capricho de los hombres; y que las especulaciones egoístas deben ser eliminadas. Desde luego no se podría admitir que ciudadanos, provistos de rentas abundantes, provenientes de los recursos y de la actividad nacional, las transfiriesen en parte considerable al extranjero, por puro provecho personal, sin preocuparse del daño evidente que con ello infligirían a la propia patria

[...]Pero, por desgracia, sobre estas nuevas condiciones de la sociedad, ha sido construido un sistema que considera el provecho como muestra esencial del progreso económico, la concurrencia como ley suprema de la economía, la prosperidad privada de los medios de producción como un derecho absoluto, sin límites ni obligaciones sociales correspondientes. Este liberalismo sin freno, que conduce a la dictadura, justamente fue denunciado por Engels como generador de «el imperialismo internacional del dinero». No hay mejor manera de reprobar tal abuso que recordando solemnemente una vez más que la economía está al servicio del hombre. Pero si es verdadero que un cierto capitalismo ha sido la causa de muchos sufrimientos, de injusticias y luchas fratricidas, cuyos efectos duran todavía, sería injusto que se atribuyera a la industrialización misma los males que son debidos al nefasto sistema que la acompaña. Por el contrario, es justo reconocer la aportación irremplazable de la organización del trabajo y del progreso industrial a la obra del desarrollo.

Constitución Pastoral promulgada por el Papa Pablo VI el 7 de Diciembre de 1975. Sobre la Iglesia en el mundo actual.


CONTENIDO.
Gaudium et Spes es el documento más importante en la tradición social de la Iglesia. Señala el deber que tiene el pueblo de Dios de observar los signos de los tiempos a la luz del Evangelio, para darse cuenta de la perdida de valores, de los cambios que caracterizan al mundo actual. Las ideas centrales sobre las cuales gira este documento son: la misión de la iglesia acerca de la persona humana; de la familia y su actividad en el mundo, procurando atender lo más urgente, familia, economía, política, cultura y solidaridad internacional.
Revisa y actualiza la anterior enseñanza económica y social: trabajo, participación en la empresa, destino universal de los bienes, las políticas monetarias, la propiedad privada, la vida pública, la paz y la guerra. Varios aspectos como es de suponer, son los asuntos morales aparecidos en estos tiempos modernos. Reconoce que, a pesar de los medios modernos, se agravan las grandes desigualdades y falla el diálogo genuino y fraternal entre países y personas.
el mensaje de la Gaudium et Spes , ha dicho el Pontífice, es Cristo mismo. Él es el Señor de la historia, su centro y su fin. Él es la luz del mundo que ilumina el misterio del hombre. Su gracia, por la acción del Espíritu Santo, trabaja activamente en el corazón de todo hombre de buena voluntad. Los cambios tecnológicos y sociales ofrecen por igual preciosas oportunidades y grandes dificultades para la difusión y vivencia de la Buena Nueva. Es deber de la Iglesia en el mundo pugnar porque se den las condiciones necesarias para la promoción de la dignidad humana y del bien común.
Preguntas como ¿Qué tiene que decir hoy día la Iglesia sobre la persona?, ¿Qué piensa sobre un nuevo ordenamiento social?, ¿Qué tiene que decir a los pobres sobre sus carencias y remedios?, ¿Qué sugiere para que la empresa como célula viva de la economía se ajuste a los criterios de justicia y caridad?, siguen siendo preguntas de actualidad, por esta razón Gaudium et Spes nos hace recapacitar sobre nuestro deber como empresarios en toda esta problemática. Nos ofrece también apuntes y directrices de acción respecto a la vida familiar, económica, sociocultural, política y al orden internacional. Es este documento un análisis de los grandes temas de la enseñanza social de la Iglesia aplicado a los problemas de hoy día.

Quadragesimo Anno del Papa Pío XI


Tras hacer un resumen de las intervenciones anteriores de León XIII en los temas más sociales, hace un elogio de la Rerum novarum sea por su oportunidad (la penetración de un nuevo sistema económico y el desarrollo industrial habían producido una fuerte división de clases sociales). Luego resume la misma encíclica recordando el modo en que León XIII se hizo cargo del problema de los obreros sin pasar por el liberalismo ni por el socialismo.

El Papa Pío XI recuerda también los frutos que dio la encíclica: el hecho de que los gobernantes que hubieron de reconstruir el mundo después de la Primera Guerra Mundial se rigieran en cierta medida por los principios enunciados por la Rerum Novarum, la mejora de la situación de los obreros y las líneas dadas sobre sus asociaciones.

A continuación el Papa Pío XI retoma las enseñanzas del Papa León XIII sobre la capacidad que la Iglesia tiene de intervenir en los problemas económicos y sociales con oportunas líneas e indicaciones por parte del Magisterio.

Afronta el tema de la propiedad privada recordando que León XIII no hizo una defensa a ultranza de la propiedad privada a costa de la comunidad o de la sociedad, sino que mostró su doble carácter haciendo hincapié en el problema que en aquel entonces más se debatía ante las teorías socialistas. Quienes niegan el carácter social y público del derecho a la propiedad pueden caer en el individualismo; pero quienes disminuyen o rechazan este carácter caen el en colectivismo. De ahí que, como se dice en la Rerum novarum el derecho de propiedad se distinga de su ejercicio (cf. núm. 19).

Defiende el Papa Pío XI el salario aunque aconseja que los contratos de los trabajadores se hagan no tanto como “contratos de trabajo” sino como “contratos de sociedad”. Luego recuerda que al fijar el sueldo se han de tomar en cuenta diversos factores y no solo el valor del fruto producido por el trabajador. Éste ha de recibir lo necesario para afrontar el sustento de su familia y tal sustento se viera afectado por aumentos de precios de productos de necesidad u otros de esa índole, esos cambios deberían darse también de manera proporcional en el sueldo. También ha de considerarse la situación de la empresa y del dador de trabajo.

La encíclica ofrece una renovada condena del comunismo al recordar los numerosos crímenes que se le achacan en Europa del Este y Asia. Asimismo, el Papa da unas guías para quienes deseen hacer apostolado entre los socialistas (que mitigan tanto la concepción de la lucha de clases como de la propiedad privada): no se permite ninguna connivencia con el error sino buscar y mostrar claramente la verdad. En efecto indica:
Considérese como doctrina, como hecho histórico o como "acción" social, el socialismo, si sigue siendo verdadero socialismo, aun después de haber cedido a la verdad y a la justicia en los puntos indicados, es incompatible con los dogmas de la Iglesia católica, puesto que concibe la sociedad de una manera sumamente opuesta a la verdad cristiana.
Quadragesimo anno, núm. 117

Ante los diversos males que la ambición y la avaricia, “tristes consecuencias del pecado original”, traen a la sociedad y la economía, el Papa Pío XI pide que sean los valores, las virtudes y la doctrina cristianas las que imbuyan a fondo estas realidades poniendo en el primer lugar a Dios y considerando lo demás como medios. Esta encíclica surgió como respuesta a la Gran Depresión de 1929 y propone un nuevo orden social y económico basado en la subsidiariedad. El Papa Pío XI da una gran importancia en su encíclica a la restauración del principio rector de la economía, basado en la unidad del cuerpo social. Esta unidad no puede basarse en la lucha de clases, como el orden económico no debe dejarse a la libre concurrencia de fuerzas, que cae fácilmente en el olvido de su propio carácter social y moral.

El libre mercado es beneficioso, pero no puede gobernar el mundo únicamente la economía, como muestra la dura experiencia de los obreros, ni tampoco convertirse en una dictadura económica que se rige por sí misma.

La caridad y justicia social debe ser el alma del nuevo orden, defendida y tutelada por la autoridad pública. También son necesarios tras las dos instituciones internacionales y compre para una buena organización de la sociedad.

A pesar de defender la existencia de los sindicatos, se prohíben las huelgas y se critica duramente a las organizaciones socialistas. Como alternativa se proponen las estructuras de la Acción Católica.

El texto ataca, mediante un análisis lúcido, real y terrible, a la acumulación de poder y recursos en manos de unos pocos, que los manejan a su voluntad. Esta realidad produce tres tipos de lucha: por la hegemonía económica, por adueñarse del poder público y entre los diferentes Estados.

En referencia al capitalismo, la encíclica critica con dureza la libre concurrencia del mercado, especialmente con la mezcla y confusión entre el estado y la economía con olvidando el bien común y la justicia. Son funestos tanto el "nacionalismo o imperialismo económico" como el "internacionalismo" del dinero, que sólo tiene patria en sí mismo.

Propuestas [editar]

Como remedio, se propone llevar a la práctica los principios de la recta razón y de la filosofía socialcristiana sobre el capital de trabajo y su mutua coordinación. Es necesario evitar tanto el individualismo como el colectivismo, sopesar con equidad y rigor el carácter individual y social del trabajo, regular las relaciones económicas conforme a las leyes de justicia conmutativa, con ayudas de la caridad cristiana y someter el libre mercado a la autoridad pública siempre que sea ésta última el garante de la justicia social dentro de un orden sano para todos.

Todas las propuestas de la encíclica se centran en la vuelta a la doctrina evangélica, de las que defiende su intemporal validez.

Algunas propuestas más concretas son:

* Reforma ajustada de la economía a la razón iluminada por la caridad cristiana.
* Colaboración mutua y armoniosa de todas las actividades humanas en la sociedad.
* Reconstrucción del plan divino para todos los hombres.
* El enriquecimiento es lícito siempre que no menoscabe los derechos ajenos.
* "Ley de la templanza cristiana" contra los apegos desordenados, que son una afrenta a los pobres, y que se basa en "buscar primero el reino de Dios y su justicia".
* "Ley de la Caridad", mucho más amplia que la pura justicia.
* Igualdad radical de todos los hombres en la misma familia de hijos de Dios, encarnado en el hijo de un carpintero, para potenciar mutuo amor entre ricos y pobres.

Rerum Novarum Sobre la cuestión social Carta Encíclica del Sumo Pontífice León XIII 15 de mayo de 1891


Antes de nada, situémonos en la época. Estamos en plena Revolución Industrial, lo que supuso un cambio brutal en la sociedad, sobre todo para los trabajadores. La cuestión obrera fue un drama muy doloroso debido a que la tecnología relegó al trabajador a la categoría de máquina. El más fuerte ganaba, a costa siempre del débil. Al final la clase trabajadora sufrió una explotación muy grande y claro, terminó protestando y creando malestar social.

La Iglesia no podía hacer oídos sordos ante unos derechos humanos que estaban siendo pisoteados. Al principio, su postura ante este problema se limitó sobre todo a las ayudas caritativas. Pero el Papa León XIII decidió mojarse con la encíclica Rerum novarum. Ya no se trataba sólo de caridad, sino de justicia. “Es inhumano abusar de los hombres, como si fueran cosas, para sacar provecho de ellos”, dice.

Este texto describe en 42 puntos en qué condiciones vivían los sufridos trabajadores, defiende el derecho a la propiedad privada y rebate las, para ellos falsas, teorías del socialismo (recordemos: sólo existe la clase trabajadora, un gobierno basado en la igualdad absoluta...).

¿Cuál es el remedio que propone el Papa? Dice que la Iglesia, el Estado, el empresario y el trabajador tienen que trabajar juntos. La Iglesia debe interesarse por los aspectos religiosos y morales; el Estado tiene que intervenir para que haya Justicia; y los trabajadores y empresarios deben organizar asociaciones que les protejan (sindicatos). Y todo esto lo expone la Encíclica con mucho detalle.