sábado, 16 de mayo de 2009

Centesimus Annus de Juan Pablo II


Centesimus Annus (1991)
En esta encíclica el Papa presenta una actualizada visión de la economía moderna.
Ya no es la fecundidad de la tierra el factor principal de riqueza sino que en
nuestro tiempo es cada vez más importante el papel del trabajo humano en cuanto
factor productivo de las riquezas inmateriales y materiales...
Por tal motivo, puede decirse que en nuestro tiempo existe un tipo de propiedad "que tiene una importancia no inferior a la de la tierra: es la propiedad del conocimiento, de la técnica y del saber. En este tipo de propiedad, mucho más que en los recursos naturales, se funda la riqueza de las naciones industrializadas... Así se hace cada vez más evidente y determinante el papel del trabajo humano disciplinado y creativo y el de las capacidades de iniciativa y de espíritu emprendedor, como parte esencial del mismo trabajo." La raíz de lo que la moderna economía de empresa tiene de positivo es el respeto por el derecho a libertad en el campo económico. El factor decisivo de la producción es hoy la capacidad de conocimiento del ser humano "que se pone de manifiesto mediante el saber científico y su capacidad de organización solidaria, así como la de intuir y satisfacer las necesidades de los demás" .
Más adelante Juan Pablo II afirma que la absolutización de lo económico no es
causada principalmente por un sistema económico sino que debe buscarse la causa
en "el hecho de que todo el sistema sociocultural, al ignorar la dimensión ética y
religiosa, se ha debilitado, limitándose únicamente a la producción de bienes y
servicios" . Sobre esta importante distinción entre sistema económico y
sistema ético-cultural volveremos más adelante.
En el número 42 se afronta con toda claridad la pregunta de si después del fracaso
del comunismo el capitalismo es el modelo a proponer. Responde el Papa:
"Si por 'capitalismo' se entiende un sistema económico que reconoce el papel
fundamental y positivo de la empresa, del mercado, de la propiedad privada y de la
consiguiente responsabilidad para con los medios de producción, de la libre
creatividad humana en el sector de la economía, la respuesta ciertamente es
positiva, aunque quizá sería más apropiado hablar de 'economía de empresa',
'economía de mercado', o simplemente de 'economía libre'. Pero si por 'capitalismo'
se entiende un sistema en el cual la libertad, en el ámbito económico, no está
encuadrada en un sólido contexto jurídico que la ponga al servicio de la libertad
humana integral y la considere como una particular dimensión de la misma, cuyo
centro es ético y religioso, entonces la respuesta es absolutamente negativa"
Quisiera señalar aquí que ningún partidario del capitalismo tiene dificultades en
aceptar la necesidad de un sólido contexto jurídico, es más, se trata de una
condición indispensable para el desarrollo de la economía libre. Pero las discusiones
comenzarán seguramente cuando haya que definir el contenido de ese sólido marco
jurídico. No parece que solidez sea un concepto que implique necesariamente altas
dosis de intervención estatal.
Debemos considerar finalmente la prolija caracterización que realiza Juan Pablo II
sobre el papel del Estado en la economía. Pueden distinguirse tres niveles que van
desde lo esencial a lo meramente complementario. Un primer nivel esencial:
garantizar la libertad individual y la propiedad, así como un sistema monetario
estable y servicios públicos eficientes "de manera que quien trabaja y produce pueda
gozar de los frutos de su trabajo y, por tanto, se sienta estimulado a realizarlo
eficiente y honestamente." En segundo lugar, "vigilar y encauzar el ejercicio de los
derechos humanos en el sector económico; pero en este campo la primera
responsabilidad no es del Estado, sino de cada persona y de los diversos grupos y
asociaciones en que se articula la sociedad." En este nivel, el Papa concede un
amplio campo de acción al poder político y enfatiza que no es verdad que "el Estado
no tenga ninguna competencia en ese ámbito, como han afirmado quienes
propugnan la ausencia de reglas en la esfera económica." Esta última expresión es
desafortunada porque nadie defiende que en el ámbito económico no haya reglas.
Aún quienes sostienen que el Estado no debe intervenir en este segundo nivel,
definitivamente reclaman las reglas propias del primer nivel, es decir, respeto por la libertad, la propiedad, los contratos, etc. Existe por último un tercer nivel según el cual "el Estado puede ejercer funciones de suplencia en situaciones excepcionales, cuando sectores sociales o sistemas de empresas, demasiado débiles o en vías de formación, sean inadecuados para su cometido." Es decir, en línea con toda la DSI anterior no se prohíben las empresas estatales, pero el Papa advierte que esta intervenciones sólo se justifican por razones urgentes y que "en la medida de lo posible deben ser limitadas temporalmente, para no privar establemente de sus
competencias a dichos sectores sociales y sistemas de empresas y para no ampliar
excesivamente el ámbito de intervención estatal de manera perjudicial para la
libertad tanto económica como civil" .

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