sábado, 16 de mayo de 2009

Mater et Magistra del papa Juan XXIII


Mater et Magistra (1961)
Para Juan XXIII la economía debe ser obra principalmente de la iniciativa privada,
pero el Estado debe también intervenir "a fin de garantizar, como es debido, una
producción creciente que promueva el progreso social y redunde en beneficio de
todos los ciudadanos" . Es más, dadas las circunstancias, "a los
gobernantes, cuya misión es garantizar el bien común, se les pide con insistencia
que ejerzan en el campo económico una acción multiforme mucho más amplia y más
ordenada que antes y ajusten de modo adecuado a este propósito las instituciones,
los cargos públicos, los medios y los métodos de actuación." Al mismo tiempo, el
Papa advierte que "la intervención de las autoridades públicas en el campo
económico, por dilatada y profunda que sea, no sólo no debe coartar la libre
iniciativa de los particulares, sino que, por el contrario, ha de garantizar la expansión
de esa libre iniciativa..." (mm, 54-55). No parece fácil que una intervención dilatada y
profunda del Estado garantice la expansión de la libre iniciativa, pero en todo caso el
fin al que apunta el Papa es claro y todos los cristianos debemos coincidir en eso; lo
discutible son los medios que se sugieren.
El Papa reafirma "...el derecho de propiedad privada, aun en lo tocante a bienes de
producción, tiene un valor permanente, ya que es un derecho contenido en la misma
naturaleza, la cual nos enseña la prioridad del hombre individual sobre la sociedad
civil y, por consiguiente, la necesaria subordinación teleológica de la sociedad civil al
hombre." (MM, 109).
Por último, entre las atribuciones del Estado no se excluye que pueda poseer bienes
de producción "cuando estos llevan consigo tal poder económico, que no es posible
dejarlo en manos de personas privadas sin peligro del bien común" (MM, 116). Otra
vez el peligro de daño al bien común justifica la intervención estatal.
En síntesis, Juan XXIII sostiene que la propiedad y la libertad son derechos
naturales; pero dado que al mismo tiempo parece adherir a la opinión -contingente
desde el punto de vista de la fe y la moral cristiana- de que el mercado es
insuficiente para garantizar el progreso para todos, y que a veces es peligroso que
los particulares posean ciertos medios de producción, entonces afirma que el Estado
debe intervenir.

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